Rara vez alguien en el mundo del fútbol es capaz de poner a todos de acuerdo. Rara vez por no decir casi nunca. Por eso Jesús Navas es una “rara avis” en el fútbol actual. Porque a Navas le lleva doliendo el escudo muchísimo tiempo, justo desde aquel día que los ojeadores del Sevilla FC fueron a por Wilfred y se encontraron a aquel chaval menudito que era un poco más grande que el balón.
Le dolió el escudo cuando cada viaje, por más corto que fuese, suponía un auténtico problema en su maltrecha cabeza. Le dolió el escudo, también, cuando su compañero de fatigas desde pequeño nos dejó antes de tiempo aquel 28 de agosto de 2007. Y le dolió, más si cabe, aquel verano en el que tuvo que buscar en Manchester cobijo para que el club de su vida llevase a cabo una remodelación. A Jesús también le dolió la muerte de Reyes, otro del que aprendió en la Ciudad Deportiva. Y en este año donde todo ha sido doloroso en lo deportivo, también le ha dolido una cadera causante de su retirada.
Pero por encima de ese dolor, la figura de Navas solo se puede entender con letras bañadas en plata. Si piensas en algún momento glorioso del Sevilla FC, posiblemente ahí aparezca el niño. Poniendo un centro desde la derecha, peleando un balón o dando una carrera hacia la portería rival.
Jesús Navas es leyenda del Sevilla FC porque pasarán muchos años y sus récords seguirán vigentes. En este fútbol actual no se estila que alguien dedique su vida a un equipo y juegue más de 700 partidos con la misma camiseta. Y Jesús Navas es leyenda del fútbol español porque su ejemplo es para siempre. Superó una enfermedad para convertirse en el jugador con más títulos con la Roja, siempre miró por el bien del grupo antes que el suyo propio y empezó la jugada con la que Iniesta puso la estrella. A Jesús Navas nadie le puede decir nada porque Jesús es un chico normal que siempre rehuyó de toda polémica. Nunca un mal gesto, nunca una mala contestación, siempre esa sonrisa tímida de aquel al que del fútbol solo le gustaba la pelota. Ni los focos, ni los peinados extravagantes, ni tampoco el lujo.
Jesús Navas vivirá su último baile en Nervión, ante una grada que primero coreará y después llorará desconsolada ante la marcha de uno de los suyos. Porque Jesús Navas seguirá ligado al club, no cabe otra, pero nunca jamás haciendo eso que hacía tan feliz a su gente.
Adiós, Navas, adiós. Y gracias. Porque por jugadores como tú el fútbol seguirá siendo por siempre la cosa más importante de las cosas menos importantes.